Pan de misericordia
En el pan, para calmar nuestra hambre espiritual
que haya para todos los que con fe se hacen comensales
que tu, misericordia, hace posible
Y, cuando te vemos partir y repartir así la hogaza,
vemos que nos amas hasta el extremo
que tu Cuerpo, se desangra y se derrama en sangre,
para que, nosotros tus amigos,
tengamos asegurado alimento en nuestro caminar.
TE QUEDAS, SEÑOR
Y, al quedarte entre nosotros,
lo haces como el que siempre sirve y se da,
como el que, arrodillándose o inclinándose
nos indica que el camino de la humildad
es el secreto para llegarnos hasta Dios
y para mitigar penas y sufrimientos.
Hoy, tus rodillas, son indicación firme y segura:
¿Me amáis? ¡Amaos de esta forma!
TE QUEDAS, SEÑOR
Con un amor tremendamente asombroso
nos enseñas el valor de la fraternidad
la clave para vivir contigo y por Ti
es la viga que sostiene nuestra Iglesia, el amor,
frente al odio que la destruye desde dentro o desde fuera.
TE QUEDAS, SEÑOR
Para que, sin verte, pero porque la fe asiente
te adoremos en tu Cuerpo y en tu Sangre
Para que, al llevar el pan hasta tu altar,
nos acordemos que es signo de tu presencia
Para que, al repartirlo entre los necesitados,
comprendamos que es sacramento de tu presencia.
Que tu misericordia, en carta abierta y con sello del cielo,
se envía a través del esfuerzo de cada uno de nosotros.
TE QUEDAS, SEÑOR
Y nos dejas un mandamiento: ¡Amaos!
Y nos sugieres un camino: ¡El servicio!
Y te quedas para siempre: ¡La Eucaristía!
Y eres, sacerdote que ofrece, se eleva y eleva
muere y, en su muerte, vence a la muerte
por toda la humanidad.
Gracias, Señor.
P. Javier Leoz